Algunos días el hartazgo viene a visitarme.
Llega justo en el momento que termino un presupuesto para no morir a fin de mes,
o echando un vistazo a los estados de cuenta de las tarjetas.
Llega de manera escándalosa, golpea mi puerta y yo salgo con la jeta hecha un hastío
«¿Qué quieres?», le pregunto con severidad.
Él ve el sitio donde vivo,
Ve mi aspecto y se echa a burlar por un rato.
El hartazgo es cruel, escarnece mi existencia,
hace que me pregunte siempre: «¿qué haces aquí?
En el día,
En la semana,
En el año,
En la maldita vida,
¿Qué haces aquí respirando?»
Y tengo que contestarme con un «no lo sé», porque de verdad no lo sé.
El dinero se inventó para mí solo como forma de entretenimiento.
Deberás que me divierte buscar la manera de jugar con los bancos,
miro como los números cambian de color, de verdes a rojos, de rojos a amarillos
Y así, tengo todo el bendito mes para hacer cambiar los colores de los dígitos en las facturas.
Una enorme piedra que Sísifo lleva empujando montaña arriba,
No le encuentro sentido,
¡Carajo!, esto no tiene sentido.
Pero de algo estoy seguro, donde quiera que habite mi cuestionamiento será el mismo.
No creo estar conforme con cualquier cosa que tenga.
Ni aún dedicándome a la escritura a tiempo completo,
Porque escribo para salir del hartazgo,
y si la nómina fuera por hacer esto terminaría hartándome también.
Se me pasan los días enteros como aire en las manos.
Los fines de semana, los compañeros de la oficina me ofrecen un poco de whisky para entumecer el rostro
¡Qué más da!
Esta botella puedo pagarla hasta dentro de 50 días
Y la botella de la siguiente semana, dentro de 57 días
Y la que sigue, dentro de 64
De tal modo que vaya aplazando la vida y la plata
Hasta que un día deje de respirar y el hartazgo halla muerto conmigo.
Son of irony 